¿Qué viene a tu mente cuando escuchas ‘pueblos mexicanos’?

Seguro imágenes de mercados con productos regionales; olores de comida deliciosa; gente cálida y amable; construcciones clásicas. Pero sobre todo sus colores: si por algo somos conocidos alrededor del mundo es por el uso extensivo que hacemos del color.

Precisamente en esta tradición mexicana es que se inspira nuestra colección de tejas Pueblos de México. Nombradas en honor a seis pueblos mágicos del país, cada una representa un tono distinto: Álamos, Bacalar, Cuatro Ciénegas, Orizaba, Sayulita y Valladolid.

Álamos

Este pueblo mágico ubicado en Sonora es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO  y conocido como “tesoro de la Sierra Madre Occidental”. La biodiversidad de este pueblo lo distingue. Es casa del águila dorada y en el Pinacate verás cráteres volcánicos bañados en lava negra.

Bacalar

La Laguna de los Siete Colores hace honor a su nombre y vive en Bacalar. En este pueblo de Quintana Roo también habita uno de los organismos más antiguos del planeta y algunos piratas de los siglos XVII y XVIII dejaron tesoros escondidos.

Cuatro Ciénegas

Aunque así parezca, la superficie de este pueblo de Coahuila no es de azúcar, sino de yeso. Recibe su nombre por los muchos manantiales que hacen ciénegas en el desierto. Aquí verás blancas arenas, agua cristalina, paredes de mármol y montañas que parecen nunca terminar.

Orizaba

El Pico de Orizaba es el guardián de este pueblo mágico de Veracruz y el emblema es su catedral amarilla. Por dentro azulejos en distintos colores, blancos impecables y maderas brillantes.

Sayulita

Si lo tuyo es el surf, Sayulita, Nayarit es el pueblo mágico a visitar. Conocido alrededor del mundo por sus olas, una vibra relajada y amigable es lo que te espera en este lugar. No por nada es visitado por millones de turistas al año.

Valladolid

Lo que caracteriza este pueblo de Yucatán son sus casonas pintadas de colores que solo vemos en un perfecto atardecer. Aquí el tiempo parece no correr y podrás revivir un pasado prehispánico.

Deja que nuestras tejas, como los pueblos que las bautizan, te transporten a un lugar diferente.