Las industrias de la construcción y la arquitectura deben de tomar en cuenta la realidad insostenible en la que vivimos.

Mejorar infraestructura existente, adaptar edificios a las nuevas necesidades de su locación o darles una función totalmente nueva rejuvenece el panorama. Métodos como la restauración ponen en práctica este principio: ¿Por qué construir algo nuevo si ya existe algo que puede funcionar?

Ser alternativos

Pensar en alternativas para enfriar espacios, que hagan uso de las brisas naturales o el movimiento del aire es un método para ahorrar energía.

Utilizar materiales que naturalmente tengan propiedades de aislamiento y capacidades térmicas evita o disminuye el uso excesivo de aislamiento artificial, normalmente hecho con polímeros.

Igualmente, usar materiales locales que ya tienen una resistencia  innata a las inclemencias del ambiente en el que estarán, pudiera ser una vía más eficiente que incluir materiales que no serán capaces de resistir el paso del tiempo.

 

Espacios democráticos

Convertir iglesias en centros comunitarios, edificios abandonados en bibliotecas o remodelar parques viejos dan nueva vida a lugares decaídos.

Además, esto devuelve los espacios a la comunidad y trae nueva vida a zonas previamente abandonadas. Inclusive el eliminar espacios en desuso podría bajar los índices de crimen de una zona.

Pensar a futuro

Aunque un proyecto de restauración pudiera no ser tan atractivo desde un punto de vista artístico, el impacto positivo que podría tener a largo plazo es incalculable.

Por supuesto, habrá proyectos y espacios donde la restauración o remodelación sea imposible. Es aquí donde la creatividad y ojo crítico de los arquitectos, ingenieros y constructores expertos entra en juego.

Bien dice el famoso arquitecto español, Francisco Mangado, que ‘no siempre hacer arquitectura es sinónimo de construir’.

 

 

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